Un
ser humano mal alimentado es un ser humano enfermo y sin energía. Un
ser humano enfermo y sin energía presenta un alto índice de
ausentismo escolar, así como mal aprovechamiento.
Las
causas de la obesidad, la diabetes y tantas enfermedades y problemas
personales y sociales son básicamente las siguientes: malos hábitos
alimenticios, malos hábitos corporales y malos hábitos emocionales.
Si comemos mal, si no hacemos ejercicio y si vivimos estresados y
enojados, y no podrán ser productivos en la escuela.
Es
increíble que se gaste más en tratar a los enfermos que en mejorar
la educación de un país; eso indica que la política pública está
totalmente confundida y que los gobernantes y líderes sociales y
educativos no están haciendo correctamente su trabajo.
La
fuerza del marketing y de la industria alimenticia es tanta que
logran que se introduzcan comidas y bebidas con un alto índice
calórico derivado de azúcares añadidas, exceso de sodio, grasas
perjudiciales y muchos otros químicos diseñados para aumentar el
deseo y adicción de los infantes a sus productos.
Cuando
un niño desayuna con un “cereal” de caja, en realidad NO consume
cereal sino una bola de azúcar con colorantes y saborizantes
artificiales. Y si luego en la escuela come galletas llenas de
harinas, sales, glutamato monosódico y más azúcar, y las acompaña
con un refresco artificial, está echándole a su cuerpo hasta 7 u 8
veces la cantidad de azúcar y calorías que su cuerpo puede
procesar. La Organización Mundial de la Salud ha establecido que la
cantidad máxima de calorías derivadas de azúcares recomendados al
día para una persona adulta es de 200, mientras que para un niño(a)
es de 100. La mitad de un refresco contiene esas 100 calorías
derivadas de azúcares, y por eso NO podrá procesar nada que supere
esa cifra.
Los
maestros son un gran ejemplo y guía en la alimentación de los
niños. Lo más básico que debe hacer un padre o un maestro es mostrar con su ejemplo
lo que significa alimentarse bien. Muchos maestros llaman la atención
a los niños y niñas cuando no se concentran, pero no entienden que
mucho tiene que ver con la mala alimentación que reciben en la casa
y en la escuela. Una dieta con excesivos azúcares genera
hiperactividad en los niños y afecta su capacidad de atención. Y
una digestión pesada ocasionada por exceso de harinas y de carnes,
también dificulta la irrigación del cerebro y afecta la
concentración. Todo educador que aspire a convertirse en un gran
maestro debe tener muy en cuenta estos y otros factores alimenticios
y enseñarlos a sus alumnos.
El
futuro de la humanidad está en manos de los estudiantes actuales. Si
educamos niños y jóvenes sanos, la humanidad tendrá un futuro
próspero, pero si contaminamos el cuerpo de los niños y no los
educamos en forma adecuada sobre su alimentación, estamos amenazando
nuestro futuro.
La
mejor alimentación que puede recibir un estudiante para que tenga
energía, crezca sano y ponga atención en la escuela se basa en:
frutas, semillas, legumbres-verduras, leguminosas y granos, mucha
agua, pocos lácteos (por su alto contenido de sales, azúcares y
hormonas), así como un consumo moderado de carne animal. Se deben
evitar al máximo posible los panecillos dulces, las papitas fritas,
los refrescos, los “jugos” empacados, los dulces y los chicles.
Necesitamos
estudiantes con mentes creativas y cuerpos fuertes para que absorban
la información que se les enseña y la puedan poner en práctica
para la generación de soluciones prácticas para la sociedad y el
mundo, no cerebros llenos de arterias tapadas y cuerpos cansados que
no puedan procesar la información ni generar grandes ideas.
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