domingo, 12 de abril de 2020

Prioridad a revertir

Hoy los adolescentes y jóvenes están ejerciendo una influencia muy fuerte a través de las redes y las tecnologías, y no están esperando al futuro para participar. Así, la influencia de los estudiantes hoy no se hace esperar en el mundo, sino que es ya una realidad. Más que ser el futuro del mundo, los adolescentes y jóvenes son ya el presente.
Los niños de hoy se desarrollan y comienzan a tomar sus propias decisiones a más corta edad que antes. En el pasado los padres les definían su ropa, sus alimentos, escuelas, deportes, clases culturales y hasta carrera universitaria. En cambio hoy ellos ya tienen voz y voto y suelen tomar decisiones por sí mismos. Los padres, muchos de los cuales ya no pasan suficiente tiempo en casa cerca de los hijos, son más permisivos con ellos (para bien o para mal), no sólo porque ya no brindan la suficiente supervisión sino por la culpa que sienten al no estar con ellos el tiempo de calidad que quisieran (y que deberían). En vista de que las relaciones familiares hoy se definen en gran parte por las dinámicas económicas o laborales de los padres, y por las influencias de las redes en los hijos, una gran pregunta que todo padre se tiene que hacer es: “¿Quién está educando en valores y virtudes a mis hijos?”.
Porque no es responsabilidad de la escuela o de los medios de comunicación educar en virtudes y valores a nuestros hijos, ya que esta responsabilidad recae directamente sobre los padres.

Muchos líderes de hoy celebran la conquista del espacio pero se olvidan de impulsar la protección de nuestra Naturaleza y Medio Ambiente. Los sistemas educativos se enfocan más en educar en temas técnicos y profesionales y se han olvidado de enseñar virtudes y valores aplicados a la vida cotidiana.

Es hora de recuperar, desde la educación en las casas hasta en las escuelas, los valores y virtudes que enaltezcan al ser humano como ente espiritual. Y no me refiero a forzar las religiones en los sistemas educativos, sino a retomar la espiritualidad y la moral desde su aspecto más amplio.

Muchos padres han entregado la vital responsabilidad de la educación de sus hijos a las escuelas y a los maestros, cuando ellos como padres son los principales educadores de sus infantes. Los padres se quejan de las huelgas y paros que realizan los maestros, sin comprender que con su pasividad frente al destino de sus hijos ellos mismos han estado en “huelga” desde hace muchos años. Yo creo que los padres y las madres deberían asumir nuevamente el rol de ser los educadores principales y apoyarse en los maestros sólo en ciertas materias y temas técnicos. Como padres no se vale quejarse de la educación de sus hijos si no participan lo suficiente y sólo se preocupan por la generación económica.
La educación tiene que evolucionar, pero logrando una armonía entre el gran conocimiento que aportan las tradiciones de las civilizaciones del pasado y los grandes avances de la ciencia y la tecnología. Uno de los grandes objetivos de la educación es expandir la conciencia del estudiante y para ello se requiere una combinación de lo mejor del pasado con lo mejor del futuro. No podemos pensar que los valores, las tradiciones ancestrales y la espiritualidad son cosa del pasado, pues ese conocimiento sigue vigente en el presente y es aún más necesario que antes. Debemos ofrecer la mayor cantidad de información posible a las nuevas generaciones y confiar en que ellos serán capaces de decidir en conciencia qué camino tomar, con qué información quedarse y cuál desechar.

Enseñar y compartir conocimiento es una de las más nobles actividades que un ser humano puede desarrollar. No sólo es vital para la humanidad que los conocimientos se trasmitan a las generaciones presentes y futuras sino que es vital que cada individuo reciba todo aquello que necesita para su desarrollo profesional, emocional, mental y espiritual, pudiendo así aplicar su sabiduría para el bienestar de su entorno.

En este proceso educativo, limitarse simplemente a trasmitir conocimientos, por valiosos que sean, no agrega gran valor. Lo que realmente ayuda a cimentar el conocimiento en la mente de los estudiantes es que puedan poner en práctica la información recibida para cambiar positivamente algo existente, ya sea la realidad actual que viven o la que se presenta a su alrededor. La sabiduría es el resultado de la puesta en práctica del conocimiento.
Por ello, un gran maestro no es sólo el que entrega conocimiento a diestra y siniestra para cumplir con las asignaturas, sino el que guía al aprendiz para que pueda aplicar sus conocimientos y obtener resultados palpables.

De nada sirve que un maestro escolar sólo le enseñe a sumar y restar al niño o niña. Lo más importante es que le enseñe a aplicar los temas en territorios cotidianos de su vida y a resolver problemas o situaciones que se le presentan. De nada sirve que un guía en procesos de transformación enseñe a sus aprendices que el inconsciente juega un gran rol en su vida emocional, pues lo esencial es que les ayude a entrar en su inconsciente, encontrar los momentos que les provocaron las emociones negativas que hoy viven y reprograman sus recuerdos desde el amor y la GRATITUD.

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